miércoles, 13 de junio de 2007

79.- "Sólo Dios basta"

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Mi Diario. Reunión del veintisiete de octubre de 2007. Sábado.
VIVIR EN DIOS. ORAR JUNTOS.
Segunda parte.

“Sólo Dios basta”.

Querido Diario: la reunión de ayer fue una pasada. Al empezar después de la Oración “A Dios, Espíritu Santo”, que como otra vez te he dicho, Magdalena reza siempre de rodillas y antes de empezar el tema, “El acercamiento de la pareja a Dios y sus vivencias en Él,” Francisco Javier rasgueó la guitarra y Mónica empezó a cantar la oración de Santa Teresa de Ávila, “Nada te turbe, nada te espante.”
Cantaba Mónica con tal sentimiento que se me fue poniendo la piel de gallina, que dicen, y Magdalena volvió a ponerse de rodillas.
Nos unimos todos. “Nada te turbe nada te espante, quién a Dios tiene, nada le falta.
Quién a Dios tiene, solo Dios basta”.
En este momento mis ojos estaban húmedos. Soy una sensiblera. Miré a mi alrededor y los 74.-ojos de mis amigos brillaban no sé de qué. Ellas y ellos.
Flotaba Dios en el ambiente. Flotaba Dios llenándolo todo. Flotaba Dios en cada corazón y en cada alma. Dios llenaba nuestro ser, nuestra persona a rebosar, y BASTA.
Sí, basta, para llenarlo todo, todo, todo, todo, hasta lo más profundos límites de nuestro ser. Me sentí invadida por Dios. Sentí su presencia empapando toda mi alma, y hasta todo mi cuerpo, todo mi ser. Pero además de en mí, lo sentí en todos los demás. Sabía que ellos sentían lo que yo sentía, que Dios flotaba entre todos, envolviéndonos a todos, llenándolo todo, “bastándolo todo”. Callábamos y callábamos. De verdad te digo, Diario querido, que las palabras de Jesús “donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estaré yo en medio de ellos,” se hicieron realidad viva. Le sentíamos. Casi le palpábamos. El, nuestro Dios, nuestro amor, nuestro corazón, estaba allí en medio de nosotros.
Nos quedamos en silencio al terminar la canción que más bien fue una profunda oración. José Carlos estaba a mi lado y me apretaba suavemente la mano. Chiara se puso a la mitad de la canción de rodillas. Cómo debía de tener de lleno el corazón Tomás que se le caían unos lagrimones como puños. ¿Seremos todos unos sentimentaloides o realmente Dios conmovía nuestros corazones?
Sólo Dios basta. Nada le falta. Sentí que mi corazón se llenaba del amor de José Carlos.
Sentí que Dios me amaba con su mismo amor, en su mismo amor. Sentí que Jesús, nos rodeaba en su cariño y en su ternura.
“Supe”, en la mente y en el corazón, con esa experiencia profunda que se llega a poseer cuando se alcanza “esa sabiduría”, que Dios ama a los hombres a través de los hombres y del amor de cada hombre, sin dejar de ser ni su amor, el de Dios, ni sin desvirtuarse el amor humano de estos. Dios se encarnó en Jesús, el Hijo de María, y Jesús se encarna y se hace realidad en nuestro amor humano, haciéndolo gracia y don.
Dios me ama encarnado en José Carlos sin suplantarlo. Yo le amo, a mi Dios, en el amor a José Carlos sin sustituirlo. Es un mismo y sólo amor y son dos amores distintos y verdaderos.
Sentí que me debía más que nunca a mis hermanos. Todos los hombres y mujeres del mundo, especialmente a los pobres, necesitados y enfermos, a los moribundos,-¡cómo entendí a la Madre Teresa en su Kalighat, el Hogar del moribundo, el morir en paz ante si mismo y ante Dios!- a las angustiados, a los en soledad del corazón, a los hambrientos de amor, a los duros de corazón, a los de corazón, sí, endurecido o sin capacidad de amor, muertos al amor.
Dios, mi Dios, necesita mi corazón para amar a mis hermanos. A sus hijos. Necesita mis manos para acariciar el dolor y la angustia, la soledad, el hambre y el frío. Necesita mi calor y mi entrega, mi pobreza para volver a nacer pobre en Belén, y mi sufrimiento y mi dolor para volver a morir en la Cruz por todos sus amigos, “porque nadie tiene mayor amor que el que da vida por sus amigos”, “Éste es el Cáliz de mi Sangre que será entrega por todos los hombres para el perdón de los pecados.”
¿Quién dijo que el sacrificio y el dolor no tenían sentido y que había que desterrarlo de los valores humanos? ¿Quién dijo que la vida no es también entrega y redención por los hermanos y que el pecado y la ofensa a Dios y a los hombres no existen? ¿Quién pudo estar tan ciego y tan corto de amor?
Nadie hablaba. Nadie rompía el silencio hecho presencia de Jesús que nos unía a todos en un solo corazón y una sola alma, sin palabras.
La apreté la mano a José Carlos. Me devolvió mi caricia con su suave presión amorosa. No necesitamos decirnos nada. Sabía que Dios estaba en su alma amándome profundamente, tiernamente, como un padre y una madre al mismo tiempo. Quién a Dios tiene de verdad en su alma, tiene a todos los hombres, a toda la humanidad de todos los tiempos en su corazón, a toda la creación de su beneficencia, magnanimidad y amor, y por eso sólo Dios basta. En Cristo Jesús se cierra y consuma, toda la creación, todo el universo. Creo que San Pablo lo decía así el Domingo de Navidad en su Epístola a los Corintios y yo nunca lo había comprendido antes.
Cuando al final de la reunión bajamos del undécimo cielo a la realidad del presente y Carlos “te damos gracias, Señor, por todo tus beneficios, a Ti, que vives y reina por los siglos de los siglos”, juntos dimos gracias al Señor con nuestro entregado amén.
Nunca olvidaré esta reunión ni lo profundamente que me marcó el corazón para siempre y la fuerza que le dio a nuestro amor de pareja, a José Carlos y a mí.
Buenas noches, mi amor, buenas noches, José Carlos. Es curioso, AHORA sé que también le estoy dando las buenas noches a Dios. Ana.

Reunión de Grupo.Conclusión:
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