jueves, 14 de junio de 2007

55.- "Prometo serte fiel todos los días de mi vida"

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Mi Diario. Reunión del dos de junio de 2007. Sábado.

A Vanesa
Segunda carta tras el perdón.

Es la fidelidad una parte integrante del amor de pareja hasta tal punto que es lo que los filósofos llaman una nota característica de ese mismo amor de pareja, hombre-mujer.
Si no existe, no hay amor, no hay verdadero amor.
No es pues la Iglesia o los curas, quienes no machacan con que para que haya matrimonio tiene que haber voluntad decidida de fidelidad.
La infidelidad asumida y aceptada como parte del matrimonio, es decir el no estar dispuesto a serte fiel todos los días de mi vida “en el momento” de la boda es causa irremediable de nulidad en el sacramento. Así de necesaria es.
Ama, dice San Agustín y has lo que quieras. Y yo te añado ¿puede el que ama, el que ama de verdad, hacer algo que haga daño al ser amado? ¿No es ya esto un acto de desamor, y por tanto una señal inequívoca de que no le amas?
El amor nos deja libre como te dije cuando hablamos de la libertad porque es el amor el que libremente se auto limita a no hacer nada en contra del ser amado y a auto realizarse amándole.
Si tu novio-novia te engaña, no te cases con él-ella, no te quiere. Este axioma tan tajante que yo suelo decir a los novios en prematrimoniales, es verdadero. Yo sé que exige matices, propios de la debilidad y limitación humana. Los claroscuros del hombre-mujer pueden crear ciertas escaramuzas entre la fidelidad y el flirteo o el placer extraconyugal. Pero no es fidelidad, es desamor. Pues en lo esencial es verdadero y así es. El amor exige fidelidad. El amor exige ser fieles a la palabra dada.
La fidelidad está en el pensamiento, en la voluntad y en el corazón: de la persona entera. Porque el que desea a la mujer de su prójimo y la mira con deseos carnales ya adulteró en su corazón, nos dijo el Señor.
Hay muchos-muchas que son fieles de cuerpo para fuera pero que su imaginación y sus ensoñaciones le llevan a una serie de correrías amorosas libidinosas por su mente y sus deseos, a fantasías lujuriosas y lúbricas, carnales, incontinentes y lascivas, a sueños descontrolados amorosos, y en que la voluntad no cede porque no puede o no tiene ocasión, o simplemente se muere de miedo o de vergüenza, pero no por virtud y fidelidad
Y prometo serte fiel… todos los días de mi vida hasta que la muerte nos separe.
La fidelidad como límite de mi entrega es pues el límite superior de nuestra entrega amorosa a la pareja. Una fidelidad total llega hasta los extremos más exteriores de nuestra persona, la marca, la delimita y crea el círculo perfecto interior en que estás sólo tú. Todos los demás están en el exterior del círculo, y nuestro amor será amor pero siempre dentro de otra esfera. Amor paternal, filial, fraternal, amical, a la vida, a los animales, a las plantas, a la naturaleza entera en el maravilloso cosmos creado amorosamente por Dios Padre y como Padre, Creador.
Así las dos principales característica del matrimonio humano, y no solo del sacramento cristiano, sino de la pareja unida por ley natural, la donación plena y la fidelidad completa todos los días de la vida son exigencias del amor mismo y no imposiciones exteriores de institución alguna o necesarias por ser sacramento de Jesús y de su Iglesia.
Abre tu corazón al amor y déjate llevar por él con la generosidad, la magnanimidad y grandeza que son los límites del amor. “La medida del amor es amar sin medida”. Ama así, Vanesa querida, a tu marido. Y ya que por su arrepentimiento y decidido y real propósito de cambio, has llegado al sincero perdón y olvido absoluto, bórralo de tu mente para que te deje ser feliz sin grietas, vive de nuevo la plenitud del amor a Víctor Manuel en el amor humano y el la plenitud del Sacramento por la fe que ambos profesáis en Jesús y en su Iglesia.
Un beso cariñoso, alegrándome inmensamente de tu nueva felicidad,
Carlos.
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