jueves, 14 de junio de 2007

58.- "Una sola carne"

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Mi Diario. Reunión del catorce de julio de 2007. Sábado
LA BUENA ARMONÍA SEXUAL.


Isabela y Juan Carlos se casaron, mi querido Diario, el once de octubre de 2003, cinco meses después del Cursillo. Hoy después de dos años de matrimonio, siempre muy activos y entusiasmados en el grupo, nos han entregado estas cartas para las próximas reuniones, que escribieron a Carlos.

A Carlos.
De Isabela y Juan Carlos.
La armonía sexual.

Ya pasó el maravilloso día de nuestro Matrimonio. Aún, Carlos, lo tenemos a flor de piel. Esta carta, queridos amigos, Carlos y Elena, os la escribimos juntos, cada uno dice una frase o un pensamiento, y vamos rellenando así el folio, retocando, tachando, corrigiendo, porque queremos que sea una confidencia de los dos, juntos.
Cuando tratamos el tema de la Armonía Sexual, nos prometimos a nosotros mismos ir cuidando y auscultando este tema, pues tú sabes por nuestras primeras cartas lo vehemente que somos y el alto grado de sensualidad y sexualidad que Dios ha puesto en nuestros cuerpos.
Es un tema tabú para muchos padres. Es un tema para muchos educadores puritanos y algo jansenista como nos dijiste tú. Es un tema tabú antes y después de la boda para muchas parejas, novios y esposos.
Y esta carta os la escribimos porque es más fácil por escrito que hablada. Quizás algún día muy pronto, ya roto el hielo, la podamos comentar juntos, entregándoos algo de lo más profundo de nuestra relación, en confianza e intimidad para que sin nombres o personas os pueda también servir para ayudar a otras parejas aparte de lo que nos puede servir a nosotros dos, qué enamorados, a sublimizar nuestro amor en su relación cuerpo alma.
Recuerdo, y aquí lo copiamos, unos pequeños versos que nos leíste y que a mi petición al fin me entregaste, resistiéndote un muchísimo, de “Regalo de Dios”, tu poemario a Elena.

echa abajo el muro.
descalza tus pies
desnuda tu cuerpo
y limpia y pura
sin más ataduras que tus alas,
ven a mí.
quiero que mis ojos se llenen
de la pureza limpia
de tu cuerpo.
quiero que mis manos
acaricien tus senos
con la misma caricia
que el viento, el mar,
y la brisa, las rosas, las espigas y los valles.
quiero que te sientas pura
cuando mis manos
te vayan dando su calor,
en su caricia,
sin apropiarse de tu cuerpo.

Sí,
quisiera que entre los dos
se derrumbara el muro,
y la intimidad más íntima
naciera en nuestras almas.
que tu pensamiento
se acurrucara
en mi pensamiento,
y buscara la transparencia
de tu cuerpo desnudo y limpio
acurrucado en el mío.

no sé porqué
no te entregas ya,
cuando sabes que tu alma
sólo puede respirar
dentro de la mía.

Ven
apacienta tu anhelo
en mi dulzura,
sacia tu ternura
en mi amor
y tu amor
en mi ternura.
ven,
ven, limpia, desnuda y pura,
a gozar
de la limpieza
de mis manos y mi cuerpo.
a cubrir tu desdunez,
en la desnudez del mío.
trae tu alma, desnuda, limpia y pura,
como tu cuerpo,
y yo la cubriré
con la desnudez,
pura y limpia,
de mi alma desnuda.


"el muro"
de "regalo de Dios"

A nosotros, desde novios, tú sabes que nos ha costado mucho mantenernos en la ralla. Yo, como te decía Juan Carlos en su primera carta, soy una gata. Una gatita amorosa, vehemente, cariñosa y sensitiva cien por cien.
También sabes que Juan Carlos, aún en la cuerda floja en que yo le balanceaba, siempre me respeto más por saber que yo, aún en mi debilidad, me quería a toda costa preservar y mantener incólume para el día de nuestra boda, que por sí mismo, aunque él era y es de la misma opinión. Bendito sea su amor.
Creo que la noche de bodas fue el cuarto cielo, si San Pablo vivió el tercero y nos espera el primero en el Espíritu.
Nuestras personas, toda, se desbordaron en caricias, besos, abrazos, roces, y unión íntima y perfecta. Fue una entrega total, absoluta, completa, apasionada, incontrolada a veces por el deseo, la pasión, la vehemencia, la sensualidad y la apetencia sexual y carnal, que ya había sido controlado en la entrega voluntaria y amorosa, y por tanto humana, profundamente humana, y entregado el instinto bueno y corporal, animal, de nuestra bendita animalidad común con los otros seres animales, en una entrega consciente de nuestra voluntad por ser una entrega fiel, única y para siempre en el tiempo, sin vuelta atrás ni un segundo. Quiero decir que nuestra irracional pasión era fruto de una entrega razonada y querida con anterioridad sin discontinuidad ninguna.
Habíamos llegado a la entrega superior al control de la razón, a la locura del placer, a la inconciencia de la conciencia, por un acto voluntario desde el momento de nuestro mutuo sí.
No sé si esto es lo más correcto con respecto a la racionalidad del hombre, en que sus convicciones y razón deben mandar siempre sobre su voluntad y sensibilidad.
Nosotros lo entendemos así, y creemos que en ello cumplimos la voluntad de Dios, que así nos hizo.
Cuando la pasión se fue calmando, Juan Carlos fue el mayor de los cielos al seguirme en mi sensibilidad aún no dormida que se apaciguaba en ternura y cariño poco a poco.
¡Qué palabras más dulces, qué tiernos besos de cariño y agradecimiento, qué caricias más íntimas y agradables, ya casi sin pasión, hijas únicamente de su amor y su afectividad!
¡Con cuánto agrado se las devolví centuplicadas en mi corazón!
Hemos cuidado, queridos amigos, que todos nuestros encuentros íntimos estén cortados por los mismos límites.
Pero sobretodo hemos procurado que vengan como naturalmente traídos por el amor vivido cada momento del día.
Cómo puede llegarse a una noche amorosa después de un día de perros. Qué reconciliación ni que ocho cuartos. Sólo un día vivido en armonía y cariño, en respeto y detalles, pueden traer una noche vivida en pasión y vehemencia de entrega personal.
Lo demás es sexo puro y duro, sin “personalidad” ninguna, hijo solo del deseo carnal descontrolado y/o del egoísmo más brutal y menos humano.
Y además de procurar que venga pedido por las mismas circunstancias del amor, que a veces es pasión y deseo pero que a veces solo es cariño y estar junto a ti, sabernos juntos aún separados, sentir flotar en el aire el amor que nos tenemos, compartir conversación y silencios, la otra forma de comunicarse, e ir dejando pasar la vida sin aferrarnos ciegamente a ella, porque al discurrir en tu sintonía, es hermosa y armoniosa su música y su ritmo delicioso.
Claro que, y está de más decirlo, la limpieza, la desnudez progresiva o completa, una música suave y agradable, un lugar acogedor y cálido, un tiempo no interrumpido y sin prisas u obligaciones, solo la de estar juntos, que más es delicia que obligación, y los detalles, quizás unas flores en algún jarrón, una buena copita de cava y otras cosas son necesarias o ayudan a crear un ambiente gratificante y unitivo, amable y despreocupado.
Sí, Carlos y Elena, hemos ido viendo cómo mi pudor y vergüenza, mi recato y decoro natural de mujer, mi cuerpo apasionado y pudoroso al mismo tiempo, se han ido entregando en confianza a Juan Carlos, y hoy hasta su caricia más íntima en nada rompe ni altera mi sensibilidad, la recibo con total espontaneidad y naturalidad, y puede o no según los casos despertar mi pasión. A veces, muchas veces, no es más que el gesto entregado y sutil, humano y profundo, de que somos pareja, de que somos uno y su carne es mi carne y mi carne es su carne. ¡Con qué naturalidad se cumplen en nosotros las palabras del Señor, de mi buen Jesús: “Se unirá a su mujer, y serán una sola carne”! Yo lo vivo en mi cuerpo, en mi alma, en mi persona. Juan Carlos lo vive en su cuerpo, en su alma y en su persona.
Nosotros lo vivimos en nuestro cuerpo, lo he escrito en singular, en nuestra alma, también en singular, en nuestra persona, en nuestro “nosotros”.
Hemos rechazado, pudor y vergüenza profunda me da el solo decirlo, todo lo que no sea profundamente humano y nosotros añadimos cristiano, aunque creo que se confunden.
Todo lo que sea animalidad, brutalidad, sodomía, sadismo, masoquismo, retorcimiento, depravación, lujuria, lascivia o corrupción.
Por descontado al ser nuestra entrega una entrega personal y total es exclusiva y unipersonal, fiel y para siempre. Todo lo que sean terceros o cuartos, quintos y múltiples, y no pareja única y bisexual, hombre-mujer , todo lo que sea deshonestidad, hay una honestidad y rigor dentro de la entrega, impudor, carnalidad brutal, impudicia desbordada, corrupción, erotismo sin humanidad, onanismo o masturbación, son para nosotros fuerzas que destruyen el amor y la unión, y por tanto ni deseables ni siquiera para probar a qué saben como les ocurre a algunas parejas que empezando por curiosidad, caen en la más baja depravación .
No quiero ni puedo entrar en detalles en todas estas cosas. Me repelen y desagradan tanto o más como me atraen el amor y el sexo.
Y así hemos ido creando un lenguaje personal, íntimo y de nuestra pareja, que poco a poco ha creado una profunda armonía entre nosotros dos. En nuestra pareja, donde se da con generosidad, prodigalidad y amor, se pide si es necesario con cariño y confianza, se entrega sin límites, se busca el placer y el gozo del amado, se recibe, sí, se recibe, que en una pareja es una forma maravillosa del dar, darse, del otro con ternura y gratitud, sin exigencias, y como tú nos decías, lo tengo como oro en paño copiado, “El amante se hace amado, para dar al amado la felicidad y la plenitud del amor que es ser amante”
Con todo nuestro cariño y esperando veros pronto,
Isabela y Juan Carlos.

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