jueves, 14 de junio de 2007

68.- "La ternura"

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Mi Diario. Reunión del uno de septiembre de 2007. Sábado.
LA TERNURA, FLOR DEL AMOR.

Aunque acabamos de aterrizar como quién dice, llegamos antesdeayer de vacaciones, ya teníamos muchas ganas de volvernos a ver, y el hecho de que septiembre empezara por sábado ha sido una suerte, pues han comenzado as reuniones de nuevo sin dilación.
El reencuentro, como todos, fue formidable. Saludos, abrazos, besos y sobre todo chismorrear quitándonos la palabra sobre nuestros respectivos vástagos. Que si anda, que si habla, que cuando dijo papá o mamá por primera vez, que cómo se le cae la baba al abuelo o la abuela, - de la nuestra no hablamos pues nos daba un poco de corte, pero de la de sus padres, sí, - y un poco de las vacaciones.
Luego nos serenamos, Elena y Carlos nos dejaron hablar y explayarnos, escuchando con cariño y atención a todas y a todos, Giorgo se tiró el farol del pez más gordo pescado nunca por él, mentira de exageración permitida y tolerada a todos los hombres de caña y pesca, y los demás de sus aficiones y descansos, visitas turísticas o playas maravillosas y valles verdísimos y montañas escapadas con lagos cristalinos de aguas heladas.
A final entramos en el tema que ya teníamos preparado desde antes de las vacaciones pues la carta sobre la ternura nos la llevamos de viaje con nosotros.
¡Qué tema más hermoso y emotivo! ¡Nunca pensé que la ternura fuera algo tan maravilloso que envolviera a toda la persona en una sensación tan entrañable que hasta se hiciera física! Ahora lo se por partida doble. De cara a José Carlos y de cara a nuestro hijo. Bueno yo he sentido muchas veces la ternura derritiéndome el corazón ser todo con mi padre, aunque no lo puedo negar también con lo unida que estoy a mi madre y a mis abuelos, los que viven o los que conocí aunque estén hoy con el Señor.
Pero entremos en el tema.

Carta a Mónica y Francisco Javier.
La ternura y las caricias amorosas.

Siempre he creído que la ternura era la flor más delicada y más bella del amor. Nacida desde lo más profundo y puro, desde lo más simple, sin doblez, y más íntimo del alma humana, se desdobla del espíritu al cuerpo y llega conmovida hasta las entrañas. La ternura es la vibración más intensa del corazón y un sentimiento admirable de nuestra sensibilidad. Está sin duda entre los dones primigíneos que Dios nos dio al crearnos en el Paraíso Terrenal, y quedó en nuestra sensibilidad tras la naturaleza truncada por la culpa, naturaleza desequilibrada que sentimos en lo más profundo de nuestro ser.
Quién siendo padre o madre no se ha conmovido profundamente hasta sentirlo físicamente como una ola de calor, de derretimiento, que sube desde las entrañas hasta el corazón al tener en sus brazos por primera vez el hijo-a querido y anhelado recién nacido… Ante un gesto ajeno de desprendimiento, cariño y entrega, con un enfermo, un drogadicto, un moribundo, un herido, un abandonado o simplemente otro ser humano…. Ante las caricias amorosas sin pasión, sólo con amor, de su pareja…
Ante el don entregado con total desprendimiento por un amigo… Ante una madre abrazada a su hijo enfermo o vuelto a casa tras mucho tiempo…
La ternura es quizás el vínculo más fuerte que sostiene vivo el amor del noviazgo y después el amor conyugal.
La ternura es como el amor (ver San Pablo) un fuego ardiente puesto sobre la cabeza del amado que le va llegando cada vez más intensamente al corazón, se lo va derritiendo en delicias de amor y deseos de amar y devolver el amor recibido. Crea un entramado irrompible de lazos amorosos del amante al amado, y del amado hecho amante hacia el amante hecho amado.
La ternura se refleja en la mirada, cambia el color de los ojos que empiezan a sentirse acuosos por una lágrima furtiva, se refleja en una caricia que pone de punta todos los bordes de la piel, en un abrazo fuerte y prieto en que se siente salir el cariño de nuestro pecho y de nuestro corazón hacia el ser querido, rebota en el otro y vuelve a nuestro corazón derritiéndolo de afecto y cariño.
En ella no hay nada de sexual y está en la sensibilidad más alta incrustándose en el gozo del espíritu.
Se puede entregar una flor a nuestra pareja como donación. A veces casi como dádiva, o con cariño o amor, o con toda la ternura de nuestro ser y nuestro corazón distingue perfectamente cómo nos está siendo dada.
La pareja humana por todo ello debe practicar la ternura, ejercitar la ternura, dejarse llevar por la ternura, mimar la ternura, gozar en y de su ternura, llegar con plenitud a la ternura compartida.
Una mirada, un gesto, un acto o acción, una caricia en la que se da todo nuestro amor, que expresa todo nuestro amor, toda nuestra entrega, y en la que la punta de los dedos sienten tanto el cariño con que amamos como la respuesta de su piel amada devolviendo ese amor con la sencillez de dejarse acariciar suave y lentamente, de dejarse querer profunda y tiernamente.
He pensado a veces que Dios “necesitó,” (¡Oh la pobreza de las expresiones humanas para intentar descifrar la riqueza de la inmensidad divina!) hacerse hombre encarnado en la Persona Divina de Jesús pero con una naturaleza humana completa y perfecta para poder sentir físicamente y en plenitud la ternura.
¡Cómo sentiría el Señor hasta físicamente en su carne la ternura de su amor al Padre!
¡Con qué ternura y amor amaría y ama Jesús a su Padre “amado”! ¡ Abba, Pater!!
(Abba = papaíto)
¡Cómo descubrir el regozo tiernísimo de Jesús al mirar a María, su Madre, al reclinar la cabeza en su pecho, a sentir sus caricias amorosas en su piel de niño, al abrazarla cada vez que volviera a su casa de sus correrías apostólicas o al cerrar los ojos para dormirse viendo el rostro amoroso de su madre inclinado solícito sobre El!
Mis queridos novios, Mónica y Francisco Javier, sólo deseo como les deseo a todas las parejas humanas, que tengáis un corazón de carne, no de hielo o de duro metal, y que sepáis sentir y gozar de la ternura de Dios en vuestra ternura de pareja
Un cordial saludo, Carlos

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Conclusión:

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