La confianza es parte integrante del amor.
Se que me quieres. Confío en ti.
Carta: A Teresa.
La confianza en el otro.
Querida Teresa:
Me dices que cómo puedes confiar en Pin, Martín, el Martinito de su mamá, tu marido, si sabes de buena tinta que es “un salido y un ligón”. Empleo tus propias palabras para que sea definido por ti y no por mí.
¿Es que acaso no lo sabías desde antes de casarte? ¿Es que, en verdad, tu conquista, no fue activa, sino pasiva, y el chico “más mujeriego”, como se dice en Andalucía, o “faldero”, al que te propusiste llevarte, no digo al huerto, porque tú de eso hasta después del matrimonio, sino a tu redil, fue una conquista pírrica, “por encima de todas este es para mí”, sabiendo en tu subconsciente que seguiría siendo de todas? ¿En verdad estabas tan engañada que creíste que una vez en tus redes, se acabarían totalmente las otras? He de confesar que era el niñato más guapera, atractivo y simpático del Náutico.
El que se paseaba con sus pulóver amarillo chillón o naranja afeminado, el color, claro, y traía por la calle de la amargura a todas las niñas en edad de merecer Si ninguna puede conquistarlo para siempre, solo aventuras pasajeras, te dijiste, yo sí. Y en contra de tus padres, escandalizados, de tus amigas, envidiosas pero sensatas, y de tus demás parientes y amigos, incluido tu tío José Manuel, que como buen pescador siempre andaba por el club y que de testigo ocular de los lotes del ligón lo conocía bien, fuiste a por él y él, que no era tonto, conocía la posición de tus padres, económica y social, se diría, esta si me conviene, aunque soy un niñato sin oficio ni beneficio, nunca paso de tercero de derecho y su trabajo era el descanso de día y las copas con los amigos de juerga de noche, pobres padres marino él, Capitán de Fragata, creo y ella de las “mejores” familias de Campo de Gibraltar, ya me aliviará el suegro y cuando venga el primer nieto, fue nievecita, verá como se ablanda para buscarme como ganarme la vida fácilmente y aparentar que alimento a mi familia.
Ay mi pequeña e ingenua niña. Como estabas de engañada. Cuando se juega con el amor muchas veces, se desgasta el amor, se pierde la capacidad de amar, y solo queda la capacidad de ligar y la “del huerto en hierba apasionada,” ligar para el colchón, sexualidad y sensualidad. Y el amor, y las ganas y el deseo de amar con mayúscula, bueno, para no prostituir la palabra simplemente de amar, muertos.
Confiar es fiarse. Tener fe en el otro. Con-fianza, dar la fianza, la que crea fe en el cumplimiento total del otro, fiarse, tener fe con alguien o con algo, confianza, confiarse.
Confianza como fiarse del otro, es su sentido primero y principal. Confianza en el sentido de compenetración y unión. Unidos y compenetrados, acordes. Confianza en el sentido de descansar activamente en el otro, de comunicarlo todo sin reticencias y sin miedo o tapujos. Confianza en el sentido de saber que el otro, mi pareja en este caso, no me va a fallar, en fidelidad, amor y ayuda toda la vida. Y por último confianza en las relaciones personales de afectividad y cariño, ya simplemente amigables, ya sensitivas y sensibles, ya de la íntima intimidad, sexuales y pasionales.
Y para ello es necesario, conocerlo de verdad, en su intimidad anímica y en sus capacidades, en su personalidad. Hay que hacer un estudio cariñoso del otro y vistas sus cualidades apreciarle generosamente, sin buscar correspondencia en pago. Así nace la amistad que generalmente es el principio de casi todos los amores, más que el flechazo a primera vista. Luego durante el noviazgo, se va conociendo su fidelidad y su entrega. Su manera de entender “ser fiel”. Y del estos valores positivos en la pareja nace la confianza en ella, en el sentido de”confiar en.”
Es el trato y el roce, el que va creando otro sentido de la confianza. La confianza como compenetración. Cada vez más unido, más uno, más nosotros, diluyéndose el yo y el tu, más dejarse “caer” en el otro y sobre el otro, más sencillez y limpieza de corazón, en palabras, gestos, caricias, besos, acciones o esperanza fiable en las reacciones del otro.
Se ha ido desnudando el alma, el corazón, los sentimientos, los deseos, las aspiraciones en la pareja. Se le han ido entregan todo. Y al ser recibido por ella y correspondido en generosa respuesta se ha ido creando un rescoldo del amor, donde nace y vive la confianza. Pon los límites de familia, amigos, conocidos, novio o esposo, hijos, y demás parientes y tendrás los límites de la confianza con cada uno de ellos, con mayor o menor profundidad, con mayores espacios o áreas, contenidos o temas.
Saber que el otro es “mi pareja” y que va hacer todos los esfuerzos posibles para no fallarme nunca.
Hay un matiz importante de la confianza que es la comunicación confiada y el diálogo sin reticencias. Decir las cosas confiadamente es decirlas sin temor, sin miedo al rechazo, al rin tintín, al quedar en ridículo, al que se rían o sonrían de ti, aunque no sena exacta, aunque sean equivocadas, aunque sean “un poco tontas.”
Saber que el otro las va a valorar en su justo valor, no nos las va a reprochar y nos va a dar una visión personal de lo expuesto sin imposiciones propias, en comprensión y libertad.
La confianza sensual o sexual de la pareja, dentro de la afectiva o de la sensibilidad, lleva a unas expresiones del amor y del deseo, en la ternura y el cariño, que el amante explicita en besos, abrazos, roces, caricias y caricias íntimas en exclusividad expresiva al y del cuerpo del amado. Producen estos manifestaciones deleite y agradecimiento en el amado, creando una íntima, profunda y exclusiva unión, unas veces de deseos y voluptuosidad, hasta llegar a la pasión ardiente, sensual y sexual, y otras una tranquilidad sosegada, del cuerpo y del espíritu, en la paz de la entrega confiada, siendo devuelta en el juego alternativo o simultaneo del amor del amado, ahora también y al mismo tiempo amante, al amante, ahora también y simultáneamente amado, cerrando el círculo perfecto del dar, darse, y el recibir, recibirse.
Esta confianza afectiva no despierta en el amado sorpresa o sobresalto, inquietud o zozobra y angustia, sino que es recibida con esperada naturalidad, por la fuerza de la costumbre y la confianza progresiva, porque el amor es, a veces, sosiego, paz, tranquilidad, normalidad relacional, en sus expresiones sensuales afectivas que hacen que la pareja goce de estar juntos, el uno junto al otro, que saboreen el saberte a mi lado, que sienta las delicias y las complacencias sencillas y simples de la compañía tranquila, porque eres tú, ya en el lecho amoroso, con desnudez o desnudez completa, ya en la pareja en soledad compartida, sin presencia o testigos ajenos, en casa, en viajes, excursiones, paseos, produciéndose vestidos, pues el roce de la tela lo sienten las fibras íntimas del cuerpo.
En todos gestos hay que tener un respeto absoluto a los demás, al prójimo, pues no hay espectáculo más depresivo y violento para el testigo, a veces convertido en escándalo evangélico, que cuando una pareja se sobrepasa en expresiones afectivas en público, delante de los demás, el playas, campo, paseos, calles o plazas. Tampoco hay imagen más hermosa como la sencillez y limpieza de los ojos, en expresiones del amor, la confianza o la compenetración, el ir juntos de la mano, algunas expresiones livianas de cariño, ligeras caricias normales y sencillas, abrazos amistosos, gestos afectuosos.
La vista sabe distinguir para condolerse o para suavemente alegrarse en el bien ajeno entre lo natural y humano, expresiones del cariño o la ternura, y cuando tras el gesto o los actos sobrevuela, planea o sobresale la pasión incontrolada e irreverente de la atracción sexual o sensual.
En este terreno el pudor humano y el pudor cristiano, que es el mismo pudor impulsado por el amor sobrenatural a los hermanos, deben sopesar y medirse para no sobrepasarse de la misma forma que se hace en el vestir, el los gestos, en las actitudes o las acciones,
-no provocar, no tentar, no escandalizar,- ¿quién habla hoy de escándalo o pudor? ¡Qué anticuado!- sobre todo en jóvenes púberes que están en la fase de descubrir las capacidades de sus propios cuerpos.
Hasta un perfume excesivo, lo mismo que un escote o que unos pantalones mal puestos, como se llevan hoy en día caídos sobre más debajo de las caderas, en vez de ser atractivos y bellos, pueden ser provocadores y hasta chabacanos.
Mi querida y confiada amiga. Tú puedes confiar en Pin en los avatares normales de la vida, pero su infidelidad interior es un motivo inquietante de que nazcan los fundados celos y que afloren las fundamentadas y soterradas desconfianzas.
Su amor desbordante es puro egoísmo, su entrega aparente, sólo posesión, su dar, darse, sólo recibir y recibir, su tú es sólo yo, yo y yo. Cuando dice “nosotros” se refiere sólo a un camino de vuelta que si bien sale de ti, sólo termina en él, sin retorno posible ni siquiera soñado o deseado. Y lo pero es que su amor está tan podrido que se auto convence y lo cree. Se cree amoroso, entregado, generoso, dadivoso, buscando sólo tu bien y el de los niños y en camino de ida siempre. Si el amor dicen que es ciego, que no lo es, el egoísmo, el egocentrismo y la egolatría ni siquiera tienen ojos, para mirar y ver alguna vez. Es ciega de nacimiento. Cuando se mata el amor, el darse, no nos queda, porque de algo y con algo hay que vivir, sino el más brutal egoísmo. El becerro de barro y el de oro con tu propia cara y tu propia imagen.
La confianza en tu pareja está destruida desde sus cimientos y no puedes confiar en quien no tiene ningún respeto ni conoce que es la fidelidad, ni en lo económico, te engañará, se recuerda que quiso poner tu casa, la regalada por tu padre antes de la boda a su nombre, orgullo masculino, te dijo, ni en la cuenta bancaria, firmas no solidarias sino independientes, pues mientras él tira de talonario o tarjeta para sus camisas de seda, calcetines de hilo, pantalones de tergal caro, o pulóver de lanas selectas, y zapatos de cabritilla, tu dinero, el de tu trabajo se va, y no queda casi nada para comer, y educar a los hijos. Ya pagará el abuelo, que no va a dejar a sus nietos sin alimentarse o sin Colegio de pago y buena sociedad.
Es duro pero debes plantearle el cambio radical y efectivo llamando a las cosas por su nombre. Y si no está dispuesto, o dispuesto no lo cumple, lo tendrás que estar tú. Por él, por ti y por vuestros hijos. No se puede vivir en un infierno ni siquiera en el de la desconfianza y la duda permanente.
La confianza, mi querida Tere, es una actitud normal en la pareja humana bien avenida, del uno para con el otro. Es la fe en el otro, y esta fe es insustituible para que el amor crezca.
Sólo quien puede reclinar su cabeza amorosamente sobre el regazo del amado y quedarse dormido en la intimidad, la cordialidad y la entrega despreocupada, vive en la confianza y el sosiego del amor. Con cariño, Carlos
jueves, 14 de junio de 2007
46.- "He pusto mi cabeza en tu regazo"
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