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Mi Diario a dieciséis de abril de 2006. Domingo.
Escribo a media mañana, tras el diálogo “te a te” con José Carlos y la charla-oración los dos solos con Jesús ante el Sagrario en alto.
Hemos salido al jardín, hemos buscado, tras un paseo en silencio y de la mano, por una hermosa avenida de cipreses rodeadas de preciosas flores, geranios encarnados y azules, rosas, blancos, moteados, un banco en la parte más alta del jardín, junto a una gran fuente en forma de semicírculo sobre una lata pared de rocas, y sentándonos hemos ido desgranando la encuesta que ya hicimos sobre el amor, pero centrándonos en la de cómo es el amor en nuestra pareja.
Todas las conclusiones de que no es el amor, que yo llevaba en un resumen de mi Diario, las hemos remachado como negativas, y gracias al Señor Jesús está bastante bien superadas en nuestra pareja.
Aunque no agrada como un sabrosísimo caramelo, de eucaliptos que son con los de menta los que me gustan, sabemos que aunque estemos secos como un palo seco, el amor puede estar presente como motor de nuestras vidas y de nuestros actos.
Más, puede que con mucho sacrificio y dolor sea el envoltorio con que se presente el amor, como amor hay en el dolor del parto.
Nuestro amor no es desde luego un doy para que me des, ni un sentirse acompañado, querido y amparado, aunque así nos sentimos fuertemente el uno con el otro. El sexo ha sido y es muy importante para nosotros, y con mucha frecuencia nuestros cuerpos y almas, nuestra persona entera lo desea y anhela, la pasión nacida racionalmente en el contexto de contigo y para ti, vehemente y desbordada, me embarga porque nace de nuestra unión y amor, que nos deja libre a ambos, porque nuestra unión aún la sacramental está basada en la entrega libre y renovada cada segundo de seguir queriéndote, de saber que se fundamenta el amor en un acto libre de mi voluntad, (con mucha frecuencia lo fundamentamos en un acto libre pero del sentimiento o la emoción placentera y desaparecidos estos creemos que ya no existe amor), José Carlos me remachó, el amor está en mi voluntad de querer quererte.
Yo le saqué una definición que copie en mi Diario muy sofisticada de la libre voluntad. “No se puede hacer querer, no queriendo querer lo que no se quiere querer.”
Lo que traducido al afirmativo es que podemos siempre querer lo que queremos querer.
Todo lo demás son añadiduras. El amor está esencialmente en mi voluntad de querer. Y el motivo que lanza mi voluntad a querer es el descubrimiento del bien y la bondad. El bien es atractivo de por sí. Tiene fuerza de arrastre. De atracción. Cuando nuestra inteligencia descubre y ve el bien, le manda a la voluntad que vaya hacia el y lo posea.
Algunas no parecieron tan superficiales que ni las discutimos. Consecuencia de hacer el amor, antiguamente se decía sobre todo a la chicas en los matrimonios de conveniencia, cásate, el amor ya llegará, entrega condicionada o controlada, querer ser querido, enjoyar a la casi siempre engañada, vamos a tener otro hijo ara reconciliarnos, MENTIRA, probar a vivir juntos y si nos va bien seguimos, nos pareció una falta de confianza en el amor del otro y en el nuestro, nacida de un concepto de amor, con una carga tan alta de egoísmo, que no tiene nada de amor. Claro que el amor tampoco es una entrega ciega y sin darnos cuenta de nada. Y amor ciego no es amor, es ceguera. Si el amor es hacer el bien al otro y tu sabes que por mucho que quieras a la otra persona no le podrás hacer feliz, por ejemplo porque está locamente enamorada de otro, o porque no tiene capacidad para amarte a ti, tu amor te debe llevar a dejarle libre y no comprometerla contigo por muy fuerte y dolosa que pueda ser esta postura de renuncia por amor.
Nos gustó mucho esa de que es una fuerza de entrega puesta por Dios en nosotros y ya fue la coincidencia total en que Dios nos hizo para el amor, para amarle a El y amando a la pareja y a todos los hombres, amarle a El, y que no descansará nuestro corazón como dice Agustín hasta que no descanse en Dios.
Mil cosas más vimos. En mil detalles más nos examinamos mutuamente. Si te las contara todas necesitaría mil Diario y entonces no serías tú, mi Diario.
Terminamos luego ante el Sagrario, juntos, pidiéndole perdón por nuestras tibiezas en el amar tantas veces, sobre todo a los demás, a los más pobres y desvalidos, a los más necesitados de cariño, de alguien que les escuche, de alguien que les coja una mano y que se la apriete con amor.
Le dijimos que gracias porque con sus pequeños fallos nuestro amor de pareja iba bien, no por nuestros méritos sino por los suyos aunque con nuestro esfuerzo, ole, también nacidos de su gracia y protección, pero libremente seguidos por nuestra voluntad y nuestro corazón, Dios nos hizo libres y nos deja siempre libres.
Que teníamos que replantearnos nuestro amor hacia fuera, y que para que fuera verdadero como dice Pablo nuestro amor “no pase jamás”.
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jueves, 24 de enero de 2008
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