jueves, 24 de enero de 2008

05.- "Virginia, mi máquina expedidora de reproches"

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Mi Diario. Reunión del veinte y cinco de marzo de 2006. Sábado.
Qué hacer cuando tú me reprochas y reprochas.

Una manera necesaria e imprescindible de crecer en el amor a tu pareja es valorarla y darnos cuenta cuanto vale. Pero a veces como a Virginia, se le ponen unas orejeras tremendas en la cabeza que no le dejan ver más que los defectos, que como todo humano los tiene, del buenazo y paciente Bernabé.
Hete aquí la carta que nos sirvió de base para discutir el tema aunque está expresada más como “enemigo del amor” que en cómo crecer en éste.
Las preguntas y la reunión de grupo le dieron la vuelta.

Carta: De Bernabé.
Valorar al otro.

Querido Carlos: Virginia es una máquina expedidora de reproches. Una perfecta máquina de quejarse. Y cada vez más perfecta. Ahora, aún antes de llegar, no más acercarme ya se pone en marcha. No hace falta echarle monedas. Es automática.
Que si llego tarde a recogerla, esto antes del “hola y un beso”, que si estoy mal afeitado, que si esa camisa no está conjuntada con el pantalón o con el pulóver, que si los zapatos no está bien betunados, que si la correa es marrón y los pantalones azules, que si no me puse perfume, que si así no podemos ir a cenar con sus padres que nos han invitado en la casa del campo, pues tienen una preciosa finca más arriba de Santa Brígida.
Cuando se acaban las de la indumentaria empiezan las del trato, y luego las del trabajo, y luego las de las amigas, y las de los amigos míos o comunes, y las de los políticos, y las del Ayuntamiento, y la de los Curas, empezando por el señor Obispo, eso sí, con señor delante pero con destripe total, salvo el Papa, porque su madre le tiene mucho respeto y devoción con eso de que es de tras el telón de acero y salido de las catacumbas cristianas del Nerón comunista de su país.
Pero de todas ellas sólo yo soy el culpable. Yo no tengo gusto para el vestir, ni soy nada presumido, no me perfumo nunca, solo para ir a las Bodas, ni tengo tacto con la gente, amigos o amigas incluidos, “siempre” (porqué será que sus expresiones siempre van matizadas con el nunca, siempre, jamás, cada vez, ninguna vez.) siempre, digo, me dejo absorber como cualquier ejecutivo de hoy, “yuppie” creo que nos llamó, por el trabajo y los jefes, hasta altas horas de la noche y en las horas de fiestas, no tengo criterios políticos ni exijo mis derechos de ciudadano, no me he quejado al Ayuntamiento por haber puesto parking las aceras de nuestra calle, que entorpecen que puedan aparcar sus amigas cuando vienen a casa, a parlotear un rato o a jugar al bridge, ni al Obispo por dejar que los curas se suban al púlpito a meterse en todo lo social y político, destripando el pasado, el presente y el futuro. Incluso se queja de que no acepte ciertas modas, que me parecen ridículas y “capta bobas y cabecitas vacías”, por ser solo superficialidad en un mundo con terribles problemas de hambre e injusticia.
Soy “calamitas, calamitatis”, la calamidad de las calamidades.
Cuando era pequeña su madre le llamaba “mi niña quejita” y debe seguir siendo su niña quejita.
Yo creo que un cero a la izquierda vale más que yo y sinceramente me pregunto qué vio en mí para enamorarse tan locamente como dice que está de mí, o si lo suyo es masoquismo puro y duro.
Carlos, dime, tu que tienes confianza con ella y ella contigo, ¿en qué me valora? Pero ¿se ha molestado, al menos alguna vez, en valorarme al menos?
Yo le quiero con locura pero ¿podré sufrir eternamente sus quejas eternas o llegará un día que siendo superior a mí, no la podré sufrir por más tiempo y me quemará mi amor por ella?
Yo sé todo lo que vale Virginia en todos los aspectos, personal, física y moralmente, profesional, familiar y ayer como novia, y hoy como mujer, afectiva, cariñosa, sensual y sexualmente. Yo la valoro en mucho, en muchísimo, en el sumum. ¿No puede al menos de cuando en cuando ver que yo también tengo algo bueno por pequeño que sea que alabar y enaltecer?
Espero que me digas algo. Espero que nos ayudes, porque de verdad, de verdad, yo sé que nos queremos, que somos el uno para el otro y que podemos ser una pareja muy, pero que muy feliz, y bien avenida.
Un abrazo. Bernabé.


Preguntas:

1ª.- ¿En qué valoramos a nuestra pareja?
Nombra una lista de cosas positivas que vea en ella, siendo ecuánime y realista.
Son muchas, no lo dudes.

2º.- ¿Nos hemos molestado, al menos alguna vez, en valorar al otro en todo lo que vale?
O ¿Nunca te has sentado a pensar la riqueza que tienes junto a ti compartiendo tu vida?

3.- ¿por qué vemos con tanta facilidad lo que creemos y juzgamos “sus defectos” y nos cuesta tanto descubrir sus virtudes?

4º.- ¿Por qué descubrimos tantas virtudes en los demás, padres, amigos, hermanos, conocidos, y nos cuesta reconocerlas y admirarlas, valorarlas y amarlas en nuestro ser más querido marido o mujer?

5º.- Sí, le queremos con locura pero ¿podrá sufrir eternamente nuestras quejas o llegará un día que siendo superior a él/ella, no las podrá sufrir por más tiempo y se quemará su amor por mí?

6º.- Yo sé todo lo que vale mi pareja en todos los aspectos, personal, física y moralmente, profesional, familiar y ayer como novio/a, y hoy como marido/mujer, afectivo/a, cariñoso/a, sensual y sexualmente. Yo la valoro en mucho, en muchísimo, en el sumum. ¿No puede ella, mi pareja, al menos de cuando en cuando, ver que yo también tengo algo bueno por pequeño que sea que alabar y enaltecer?

7º.-¿qué otra pregunta te harías tu para interrogaros sobre el valorar al otro, y sin aspavientos ni tonterías, poderlo manifestar, comunicar, y trasmitir a mi pareja cariñosa y admirativamente?




Reunión de Grupo:

En la reunión de grupo yo salté como un rayo y retumbé como un trueno para decir que yo valoraba a José Carlos más que a nada en el mundo y que siempre creía que me había quedado corta en la valoración y que su peso en kilates era aún muy superior. Pero que jamás me había quedado ahí. Siempre mi corazón se había abierto plenamente hacia el Señor, par agradecerle lo que sin ningún merito mío me había donado.
Clara se confesó pecadora y muy pecadora. Nos confió y participó que era muy orgullosa y que ello le llevaba a pensar que nadie hacía las cosas tan bien y perfectas como ella, y que sus decisiones eran las mejores para cada cosa y para cada momento, sin duda alguna. Las mejores en gusto, orden, trato, tanto en la casa como fuera de ella y eso era lo que le había llevado a minusvalorar a Giorgio tantas veces en todo llevando la convivencia al límite de la ruptura por culpa de sus imposiciones y exigencias.
Perdón, Giorgio perdón, le dijo delante de todos sin ninguna vergüenza por nuestra presencia y con total humildad. No solo he ignorado y no visto tus valores y virtudes, tu paciencia y amor, sino que te he hecho sufrir mucho, muchísimo en el distanciamiento y casi en el desprecio. Te prometo que desde ahora siempre me fijaré en todo lo bueno que eres y tienes y sobretodo en el amor con que me has aguantado.
Jorge se levantó emocionado, muy emocionado, enormemente mocionado, casi lloroso.
Nada te tengo que perdonar, Clara, hazlo tu conmigo por no haberte comprendido bastante, por no haber sabido superar con amor los malos momentos de desamor.
Y si no los separamos con un fuerte aplauso que nos salió instintivo del alma aún están abrazados.
Qué te diré de los demás. Fue una cascada de “reconciliaciones” incluso de los que ya estaban muy reconciliados.


Conclusiones:

Tú vales, vales mucho, muchísimo para mí. Y tu mayor valor para mí, que veo con infinita claridad y agradezco con infinito cariño, es el amor con que me amas, la ternura con que me quieres y la entrega con que te das. Amor ternura y entrega que jamás podré valorar en todo lo que son, por ser inconmensurables. Infinitas porque están asentadas en Dios y sobrenaturalizadas, sin dejar de ser cien por cien naturales, por su gracia y amor.
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