jueves, 24 de enero de 2008

08.- "El amor creciente. El hogar en nuestro compartido corazón"

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Mi Diario a quince de abril de 2006. Sábado media mañana.
Hoy te quiero más que ayer, pero menos que mañana.

El amor creciente.

Hoy, mi querido y amado diario te voy a confiar un secreto muy, pero que muy grande. Estoy profundamente, tiernamente, inmensamente, completamente, absolutamente, totalmente, entrañablemente, sensiblemente, ¿lo has comprendido ya?, hasta lo más profundo de mi corazón y de mi alma de mi adorado José Carlos. Creo que no hay un pedacito de mi cuerpo o de mi alma que no lo quiera con locura, que no lo ame con serenidad y con pasión al mismo tiempo, y en tiempos sucesivos. Me entiendes, ¿verdad? Enamorada hasta los tuétanos.
Ha sido y así se lo digo muchas veces al Señor al comulgar y en mi última oración antes de dormir el mejor regalo que me ha hecho Dios, el detalle más grande que ha tenido conmigo.
No, no me digas que me he vuelto loca o que he perdido el sentido profundo de mi mente y mi corazón cristianos. Que el mayor regalo es la vida y la VIDA, el ser criatura de Dios, criatura amada por Dios, - la vida- y ser hija de Dios, LA VIDA, la Gracia. Hija amada de Dios y por Dios.
No, porque José Carlos se integra tan perfectamente dentro de mi vida, de toda mi vida, de toda mi persona, que cuando amo a José Carlos sé que también y en él estoy amando Dios. Y sin mezclarse, ni confundirse, cada uno en su esfera, es el mismo amor y en mismo enamoramiento. Que cuando le agradezco a Dios su gran regalo, José Carlos, le estoy agradeciendo también la vida y la VIDA.
Y que mi vida ya no tiene sentido sin José Carlos como no la tendría sin Dios. Ningún sentido.
Le miro sin que él se de cuenta y se me derrite el corazón y la mirada, casi se me empañan los ojos en lágrimas de alegría y se me enternece el corazón casi derritiéndose en su amor.
No, aunque yo sé que no es el más guapo de todos los hombres, a mi me lo parece. Aunque yo se que no es más inteligente, ni quizás el más elegante, el más bondadoso, a mi me lo parece. Bueno, el más tierno, cariñoso, atento, amable, paciente, detallista y enamorado, eso si que es el que más. No hay otro igual. Lo sé. Y veo que mi cariño y mi amor por él se acrecientan cada día.
Disfruto enormemente de estar a su lado, tanto cuando callamos los dos, pero sentimos “su presencia” a nuestro lado, como cuando dialogamos distendidamente, pues es un conversador ameno y cordial, que creo sabe más de escuchar que de hablar, aunque cuando habla dice siempre la palabra adecuado, cariñosa y afable, sin que hiera aún cuando sin levarte la contraria no sea de tu opinión.
Una de las cosas más maravillosa para mí es pasear o ir tranquilamente de la mano. La siento cálida, tierna y delicada en la mía, protectora, envolviéndomela en la suya, envolviéndome toda, apretándomela suavemente de cuando en cuando, con tres apretoncitos pequeños que significan, “te quiero”, “te quiero” y “te quiero” y que yo devuelvo con oros tres, “y yo a tI”, “y yo a ti”, “y a ti también inmensamente.
Otras veces me dice al oído palabras tan cariñosas, tan tiernas, tan enamorada, susurrándome amor, que me derrito toda. Como decía Mónica con su deje canario, “me privo toda”.
Otras veces, por ejemplo cuando estamos en el sofá viendo alguna buena película, a los dos nos gusta mucho el cine, me acurruco dentro de sus brazos y de su regazo, pues su hueco está hecho exactamente para que mi cuerpo y también mi amor, lo rellenen.
No te puedo contar porque me pondría totalmente colorada cómo es en la intimidad. Bueno, tú ya me entiendes.
Hoy muchas amigas mía me dicen “está buenísimo en la cama”. Me parece que con esta expresión se refieren, como cuando dicen “está como un tren”, al disfrute, al placer sexual y sensual de que son receptoras, que a veces parece que le arrancan el uno al otro, o se dan pensando y buscando solo su propio placer. No saben que se pierden lo mejor de la sexualidad plenamente humana, la entrega, la donación total, cuerpo y alma, del uno al otro, que no le quita ni disminuye en nada a la carnal y corporal, a la sexual física, sino que la sublima la lleva al goce el máximo gozo, el saber que todo aquello que eleva a tu cuerpo a la sima del placer sexual y sensual, corporal, hasta la última partícula de tu cuerpo, hasta el éxtasis del orgasmo, es fruto de la donación, entrega y búsqueda consiente de que llegues a ello, por la persona más amada y querida en exclusividad sexual por ti y que tu te estás dando totalmente e igualmente a tu amado, buscando su máximo placer sexual y su máximo gozo espiritual, que te llena en plenitud tus sentimientos, tus anhelos, tu alma, las entrañas de tu ser y tu persona completa, al descubrirlo y encontrarlo todo en tu entrega y amor.
Recuerdo aún, con un poco de envidia cuando lo contaron, el testimonio de Tomás de cómo le ama María en la intimidad, que se hace todo amante para darle totalmente el placer ofrecido y entregado por su cuerpo a su amado, Tomás, y cómo Mónica lo refrendó con el amor totalmente entregado de Francisco Javier que a veces, porque el amor es un círculo perfecto en que cada uno es un semicírculo que se cierra en la perfección de la mutua entrega, se vuelca totalmente sobre ella, y no se refería a la postura física sino a la entrega personal, buscando que llegue a la plenitud del amor humano, físico en el placer, espiritual en el gozo. Fue, lo recuerdo muy bien, cuando tratamos la definición de amor, en que siempre hay que buscar el bien del amado. “Y yo para mi amado”. Entonces ellos estaban ya casados y nosotros dos esperábamos ansiosamente en momento de la entrega total, sí también carnal, por qué negarlo si es una parte también esencial en la pareja humana y en el sacramento divino, porque Dios os llamaba al amor por la vocación matrimonial y esta también es una llamada a a la plenitud del sexo. Desde novios deseamos ardientemente este encuentro total de consumación del amor y del sacramento y lo guardamos celosamente, como don mutuo y a Dios, para el Matrimonio cristiano. Hoy, ya casados, ya esperando el fruto maravilloso y vivo de un hijo, te puedo contar, con un poco de vergüenza aún pero sin envidia alguna
En cuanto a mí y a José Carlos también te la contaré y te diré que José Carlos es como son María y Francisco Javier. A veces en la intimidad de nuestro amor, por favor no lo cuentes ni en el grupo pues me muero de rubor y pudor, siento la punta de sus dedos y sus manos no buscando su goce sino deseando llenarme el mío de placer en todos los rincones de mi piel y de mi cuerpo, de mi carne y de mis deseos. Siento su cuerpo entregado solo a darme felicidad. Y sus caricias y su vehemencia buscando solo no ya despertar la mía que está a mil despierta, sino al llenarse de mí, que yo quede plenamente llena de él. Después, cuando mi pasión ha sido plenamente satisfecha, se queda acariciándome suavemente, sencillamente, confiadamente, o me aprieta cariñosamente la mano, para que mientras yo aterrizo, él lo hizo rápidamente tras la culminación y punto álgido de la unión, no me quede vacía y desamparada, sino amada, querida y siga sintiendo su agradecimiento y su felicidad por mí en cada rincón de mi corazón y de mis entrañas. Sí, mi querido Diario. Sí, mi amado es para mí, PERO YO SOY TOTALMENTE PARA MI AMADO. Te afirmé antes, más arriba, que no iba a decir todo esto. No quería decírtelo. Y no te quería decir, porque me da un poco o un mucho de pudor y vergüenza. Pero ahora que lo escrito, escrito está, me alegro grandemente porque así me queda más claro que todo ello es parte de José Carlos, como el gran regalo de Dios.
Y este maravilloso regalo se cierra en un círculo perfecto al saber, en el sentido de tener la sabiduría, de saborear con toda el alma y toda mi persona, que él está igualmente enamorado de mí, que yo soy para José Carlos, el más hermoso regalo d Dios.

Post-Data: Me ha pedido Carlos, al que con el permiso de José Carlos, le he dejado leer mi Diario y se lo vuelvo a dejar cuando tenemos esas charlas entrañables y confiadas con él, los dos, José Carlos y yo, cada tiempo, en que le descubrimos sin en mínimo tapujo nuestras almas, y sus palabras, cariñosas, afables, comedidas, discretas, orientan nuestras vidas, confirman nuestro camino hacia el Padre, elevan nuestro amor a Jesucristo y se enternecen en amor a María, la madre de Jesús y madre nuestra, con el talante y la entrañable ternura con que él nos habla de Ella, - nunca pensé que pudiera desnudar mi alma con tanto pudor pero tanta sinceridad como lo hago en estas reuniones de los tres, a veces paseando, a veces en algún lugar frente al mar o los montes, - me ha pedido, digo, que le deje copiar esta página, resumida y comprimida quizás, de mi diario para tomarla como base de reunión del grupo al tocar el tema de enamorarnos. Lo presentará como una carta de una chica de otro grupo y de otro cursillo y tiempo cambiando los nombres y situándolo en otras fechas.
Me ha dado mucha vergüenza, pensando que cuando discutamos el tema y opinen Mónica, Isabela, Magdalena, María o Chiara sobre “Joana y Jorge” estarán opinando sobre José Carlos y Ana. Al final le he dicho que sí, pero que no sé si a esa reunión no voy a poder ir “por estar muy constipada y con gripe”. Se ha reído y me ha dado un beso bondadoso en la mejilla.

Cuestionario:

¿Estoy enamorado/a?
¿Cuáles son los signos o señales de ese enamoramiento?
Aquí hay que ser muy sincero y buscar muy bien.
¿Cómo empezó este enamoramiento?
¿Fue una atracción física solamente?
¿Se produjo de flechazo o fue un enamoramiento progresivo a través del trato?
¿No me había dado cuenta y estaba enamorado de el/ella desde siempre?
¿Descubrí su amor, poco a poco o de golpe un día, en la forma de mirarme y de sonreírme cuando me hablaba?
¿Mi amor ha ido aumentando con los días?
¿Siento a todas horas deseo de estar junto a ella/el y se me viene al pensamiento casi de continua?

Señales que se dieron:
Creo que las señales de ese amor están plenamente contadas ya en lo que te he contado, querido Diario, y te diré que cuando lo pienso debió ser un flechazo inmenso y lacerante pues cuando me recuerdo en la boda de Lorena bailando en sus bazos me recuerdo ya locamente enamorada. Creo que estaba enamorada de aquel chico “ideal en mi mente”, idealizado en mi corazón, que había fabricado sobe la imagen de ese José Carlos casi desconocido al habernos cruzados en alguna fiesta y aún sin presentarnos ni hablar se habría clavado en mi subconsciente como la imagen del amor ideal de mi vida.
Pero si algo hoy debo decirte como señal de ese amor es su capacidad de entrega, de serenidad, y su capacidad de callado sacrificio.
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