jueves, 24 de enero de 2008

04.- "San José, el santo de José Carlos"

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Mi Diario a diecinueve de marzo de 2006. Domingo.
Su sexto santo, juntos.
José Carlos, su modelo de cristiano.
Ana con siete meses de embarazo.

Hoy nada más despertarme me he inclinado sobre José Carlos, que semidormía esperando el segundo timbre del teléfono-despertado, a “y diez”, para saltar de la cama, darme los buenos días y dirigirse a la ducha, al otro cuarto d baño, desde que me quede embarazada me ha dejado para mí sola y para bañar y cambiar a Ignacio, cuando nazca, nuestro cuarto de baño junto al dormitorio, me he inclinado con muchísimo amor, he buscado sus labios y apretándolos en un beso fuerte y largo, lo he felicitado.
Hoy es su santo, y aunque San José ya no es fiesta civil en esta Comunidad Autónoma, como es domingo no tenemos que levantar con esfuerzo nuestros cuerpos perezosos para dirigirnos a la ducha, y luego al trabajo. Como yo todavía tengo siete meses de embarazo, un poquito menos, los dos tenemos que ir a trabajar aún, y que coincida en domingo es una hermosa felicidad par no tenerlo que hacer. Se olvidó de desconectar el despertador y fue una gozada el abrir los ojos y pensar que aún podíamos regodearnos algo más de tiempo en la cama. Quiero aguantar lo más posible el tiempo de ir al trabajo a pesar de la barriga para contar todos los días libres de permiso de parto a partir de este y poder estar con nuestro hijo el máximo tiempo posible.
Es su sexto santo. Tres antes de casarnos. En el 2000 no nos conocíamos aún pues fue el abril en la boda de Lorena cuando coincidimos de verdad por primera vez. En el 2001 ya hacía cinco meses que éramos novios. Fue el 2002 cuando ya el noviazgo navegaba viento en poco y en plenitud de enamoramiento. Yo coladísima por José Carlos y totalmente ilusionada. El 2003 ya marzo casi alcanzaba al Cursillo de mayo, puerta de nuestra boda. Pero fue en el 2004 cuando sus padres quisieron que su santo coincidiera con la petición de mano como ya te he contado, mi querido Diario. Y nos casamos a las pocas semanas de celebrarlo. En el 2005 ya estábamos casado y hoy, 2006, que está a punto de nacer nuestro primer hijo y de ser “papás”. Cada día, cada minuto lo guardo en mis recuerdos queridos y en mi corazón desbordado de agradecimiento, sin olvidarlos un instante.
Vamos a comer a casa de sus padres y antes pasaremos la mañana juntos, para ir a misa, darle a Dios gracias por todo lo que tenemos que agradecerle, el conocernos, el enamorarnos, los dos años y ocho meses de nuestro maravilloso y sensible noviazgo. Te puedo decir, sin mentirte que he estado todo él en una nube de felicidad y de sensibilidad a tope. Mi corazón ha rebosado continuamente de ilusión y futuro compartido, y puedo jurar que he sentido su amor físicamente en cada partícula de mi cuerpo y en cada rincón de mi alma, con toda la pureza de los limpios de corazón de la que no solo no me avergüenzo como apocada y mentecata retrógrada sino que me enorgullece haberlo vivido en la amistad y gracia de Dios, ante El y ante los hombres.
Hemos sido fieles a nuestras almas y a nuestra fe, pero sobre todo hemos sido limpios a los ojos de Jesús, centro de nuestro noviazgo y de María, la Virgen pura y sin mancha, madre de Dios y nuestra, que tanto hizo por los novios de todos los tiempos, al hacernos primera manifestación pública del amor de Cristo, cuando “aún no había llegado su hora”, el día de las bodas de Caná. En unos tiempos en que los novios hablan poco de la sexualidad pero se regodean en su sexualidad como si bebieran un vaso e agua, nosotros dos, consiente y a veces con esfuerzos y sacrificios, renuncias y oración, hemos ido guardando la entrega total y sin reservas de nuestras personas, para que tuviera su plenitud tras el encuentro con Jesús en el Sacramento y la Alianza con Dios en el Amor.
Le agradeceremos el maravilloso Cursillo” vivido con José Carlos y con mis nuevos y entrañables amigos, que ha marcado para siempre nuestras vidas, en nuestra mente y convicciones, en nuestra escala de valores ante en mundo y “sus pompas”, en nuestro corazón y en el valor del tiempo y de la vida como servicio de amor a los hermanos para cumplir el mandato del Señor. “Un nuevo mandamiento os doy que os améis los unos a los otros como yo os he amado”. Y Carlos nos añadió “me amó”, individualmente, uno a uno, porque conoce a cada oveja por su nombre, “hasta la muerte y muerte de cruz”.
¡Cómo no caer de rodillas ante El para agradecerle el inefable e indeleble encuentro con El, el día de nuestra boda, presencia y encuentro con Jesús, y la Alianza con Dios, nosotros con Dios y Dios con nosotros del Sacramento del Matrimonio.
Sólo me queda agradecer a Dios la paternidad que vamos a compartir con El.
Por nuestro amor encarnado, fruto de la donación y la entrega vehemente y apasionada, el Espíritu de vida, Dios Espíritu Santo ha infundido ya desde el primer instante de la concepción en que el espermatozoide, bendito espermatozoide, ha fecundado al óvulo incrustado en las paredes de mi ovario, bendito óvulo, un alma humana y eterna, criatura de Dios, junta con el cuerpo humano llamada a ser un nuevo hijo de Dios, por el bautismo, ya del agua, ya del deseo y la buena voluntad, ya del fuego y el martirio, ya de la misericordia de Dios en sus designios insondables. (Lo leí en el Catecismo católico hablando del limbo como lugar solo de la especulación teológica pero nunca elevada a verdad de fe)
“Agimus tibi gratiam, proter magna gloriam team”. Me las copió Carlos del Gloria de la Misa cuando se rezaba en latín. Me dijo que era su oración favorita y la que más le llenaba el alma y el corazón, en ansias de Dios. Te damos gracias, Señor, por tu gran gloria. Porque eres Dios de Dios y luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero. Porque eres grande en tu gloria y riqueza, en tu misericordia y justicia, en tu engendrado no creado de la misma naturaleza que el Padre, y en el amor mutuo tan perfecto y divino que es tercera persona y Espíritu Santo, igual al Padre y al Hijo. Porque eres mi Dios grande, inmenso, inconmensurable, poderoso, amoroso, tierno, paternal con los hombres, amable con toda la creación, vida, amor, verdad, equilibrio, ecuanimidad, fortaleza, roca, escudo, salvación, liberación, redención, Mesías.
“Suma de todos los bienes”, dice mi madre que decía el catecismo que ella estudió, “sin mezcla de mal alguno”.
Así le gusta orar a José Carlos. Cuando rezamos juntos, a media voz para que nuestra oración entre en el alma del otro y juntas suban a Dios, quiere que todas nuestras necesidades queden solo en mano de su Providencia sin pedirle nada. Ana, vamos a intentar ser en manos de Dios sus florecillas del campo o sus aves del cielo. Dejar que El nos haga crecer en su amor y en amor a los demás y dejar que Él nos alimente. Vamos, sólo cuando recemos el Padre Nuestro, porque es voluntad y deseo suyo, a pedirle que nos de el pan nuestro de cada día. Pero no el de mañana y pasado y el de amontonar riquezas para tranquilizar nuestra alma en su inquietud de futuro.
Si vosotros siendo malo les dais pan a vuestros hijos cuando os lo piden, cómo Dios, siendo Padre, os va a dar una serpiente.
José Carlos y yo hemos hecho una opción por la pobreza cristiana dentro del matrimonio y la familia y por los pobres y por los más pobres entre los pobres, que otro día te contaré más despacio, mi inquieto y curiosón Diario.
El dice que ya somos muy ricos, incluso con los bienes materiales que ya tenemos, y que el corazón lo tenemos que tener muy despegado de ellos, cosa que cuesta mucho, muy son como la miel que enseguida se pegan.
Me he perdido escribiendo y alargado. En fin, luego iremos temprano a casa de mis padres a merendar y los que puedan del grupo vendrán a tomar una tortilla a nuestra casa y a brindar con una copa de champaña que a José Carlos le encanta y a mí todavía más.
Hemos invitado a Elena y Carlos pero tienen nietos en casa porque su hija que es azafata vuela y no tiene con quién dejar sus dos hijas.
Mañana te contaré como fue la merienda y la cena. Un beso.
Voy a volver a los temas que estábamos tratando sobre cómo crecer en el amor.
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