domingo, 2 de diciembre de 2007

43.- "Me gusta gustarte"

>
Mi Diario. Reunión del veinte de enero de 2007. Sábado.
EL RESPETO: CUIDAR EL ASPECTO ESTETICO:

El respeto conlleva cuidar el especto estético.

Querido amigo Carlos. Escribo en mi Diario como si te contestara a una carta tuya pues nuestra conversación de ayer fue afable, amplia y distendida y entre los temas que yo en confianza “personal” quería tratar contigo estaba el de la pequeña y amable coquetería de la mujer en el arreglo, el vestido, las joyas, los adornos, el perfume, el peinado, la belleza en general y como no, en su sustrato la limpieza y el culto al cuerpo sano y estético. Yo sé que cuando se sobrepasan los límites se llega a la egolatría y adoración de la propia persona y de su aspecto, a eso que mucho jóvenes llaman “una mujer tonta y vacía, solo bella y atractiva”.
Pero de ahí a la dejadez, a los rulos, como dice mi abuela, hasta para comer, a la bata para vestir o a los vaqueros para todo sucios y rotos va un abismo.
Yo soy presumida. Muy presumida, creo que como todas las mujeres de mi familia y algunos hombres. Me encanta mirarme al espejo. Cuando tenía quince años me pasaba horas sentada delante de él, no preguntándole si había alguna más bonita que yo, que para mí no la había y solo la duda ofendía, sino “auscultándome” con la vista cada rincón de la cara, la tersura de mi piel, mis pequeños y bien tratados granos del azné juvenil, mis cejas y mis rizadas pestañas,… y no te diré más cuando salía de la ducha y estaba a punto de ponerme el camisón porque me da vergüenza, mucha vergüenza.
Creo que muchas chicas somos así de presumidas. Yo al menos lo era y lo soy.
Pero ¿cuándo se pierde la naturalidad, se pasa a ser un poco “tonta” y por tanto a ser una chica normal a los ojos de Dios?
Me daba vergüenza sacar este asunto como los otros dos que tratamos los tres en compañía, Elena, yo y tú ayer en tu casa, en la reunión de grupo y más aún tratarlo en detalles. Por eso, y sin José Carlos te pedí que lo habláramos.
Me dijiste, delante de ella y con mucha delicadeza y cariño, mirándola y amándola con los ojos, y me dijiste con razón pues yo también lo presiento en ella por su manera de ser y expresarse, por su encanto personal, que Elena es muy presumida. No podía pasar por delante de la columna del portal de casa, que era un cristal y hacia de espejo, sin mirarse.
Pero, gracias a Dios, tiene muy buen gusto, tanto en el vestir con en el “alicatarse”, “emperifollarse”. Bueno, me lo dijiste algo más despreciativamente, pero sin malicia, coloquialmente, en “los arreos del vestir y del pintar.”
Y que te gusta que sea así. Que no podrías estar, estado de permanencia y estado continua, enamorado de una mujer que no se “cuidara”. Me eche a reír suavemente pues como minimizas el presumir y lo envuelves afectuosamente en “cuidarse”. ¡Qué delicadeza al hablar de ella y al enjuiciar su “coquetería natural”!
Sí es verdad, añadiste, que las hay que visten al estilo hombruno, deshilachadas, cursis como un repollo, desconjuntadas, sin estilo ni gusto, o lo que sería peor e impasable, sucias.
La presencia física atrae o repele, nunca deja indiferente, porque si te deja indiferente ya va en el camino de la repulsa. Por ello tanto la mujer como el hombre deben estar atractivos para su pareja en primer lugar y también para embellecer el mundo.
El mismo san Agustín, me decías, creo que en un sermón les aconsejaba a las mujeres como acicalarse y que debían estar atractivas para sus marido.
Es por tanto, en su justo valor, virtud cristiana, primero cultivar la limpieza y luego cultivar la propia belleza.
Hay que cuidar el aspecto estético. También el hombre. Ay que ser y parecer limpios.
En el perfume es igual. Un perfume discreto atrae. En la mujer realza su belleza. Embelesa al hombre. Enamoran. Un excesivo perfume, repele. Huele a perfume barato, suelen decir para justificar el rechazo.
En el hombre el perfume también es atractivo. Aunque en general somos más parcos y menos a diario, un perfume varonil, al menos para las ocasiones en que ella quiere presumir de marido es necesario.
Mi mujer, Elena, me acribilla porque quiere que esté siempre “de punta en blanco”. Aún con un pantalón de trabajo debo estar presentable.
Y eso que ella sabe yo no soy nada presumido. Más bien dejado, apostilló ella, medio riéndose para suavizar la frase. La agresión, dijiste tú.
Y los zapatos. El martirio de los zapatos. El lustrado de los zapatos es algo que me trae por la calle de la amargura. Ni me los limpia ni me los manda limpiar. Eso es trabajo mío. Con la obra de la casa de Marzagán todo son polvos, cementos y hasta pintura, que es peor.
Y siempre me coge en la puerta ya para decirme: los zapatos, Carlos. Algún día he sido tan despistado que cuando me he sentado al volante me he dado cuenta que llevaba aún los zapatos de trabajo. ¡Muchacha, que martirio, qué desastre!
Pero volvamos al tema. Si uno no tiene buen gusto, debes írtelo formado.
No fiarte mucho de ti, ¡ay de ese pantalón con esa camisa o ese jersey! ¡Cómo puedes llevar un cinturón marrón con un pantalón azul!
Por eso ahora he aprendido, como un niño, a preguntar antes de poner me la ropa. Antes me la ponía y tenía que desvestirme y volverme a vestir diferente. He tenido que llegar a un armisticio: o me buscas por favor la ropa, o conjuntada o no, no proteste. Pues muchas veces elegía yo la camisa que me gustaba, ¡hoy voy bien!, para recibir enseguida el primer aviso. Con esos pantalones, no. Y a desvestirse de nuevo.
Ahora las cosas son diferentes. Búscame por favor una camisa. Llevo puesto los pantalones claros.
También ella ha cambiado de táctica. En vez de tirarme chinitas cuando voy bien arreglado me dice: ¡Qué guapo te has puesto! Da gusto salir contigo. De verdad Ana me sientan muy bien esas palabras. Y procuro sin que me lo pida cada vez más estar a su altura. Bueno a su altura en belleza y elegancia es imposible. Por lo menos en un buen pasar como acompañante.
Ya ves, mi querida Ana, que cuidar la belleza no es una degradación y un vicio. La virtud en esto como en todo está en el término medio, pero en lo más alto. Nuca en los extremos. Ni desgreñada ni sofisticada. Natural y si puede ser realzada.
El arreglo en el vestir y peinar, un cuerpo limpio y sano, un perfume adecuado y algo sutil, un conjunto agradable a la vista, es belleza y la belleza siempre atrae y es virtud.

Reunión de Grupo:
Conclusión:
>

No hay comentarios: