domingo, 2 de diciembre de 2007

24.- "Cómo os envidio, mis queridos amigos, un hijo"

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Mi Diario a doce de agosto d 2006.
Clara desde Roma. El Lacio.

Mis padres tienen un Palacete medio renacentista en la Costa Mediterránea, junto al mar azul y el cielo claro del “Mare nostrum”.
Aquí solemos reunirnos en verano, mis padres tres o cuatro meses, desde mayo a septiembre, y nosotros los hijos que podemos venir, las vacaciones.
En julio viene mi hermano Paolo, con su mujer y sus hijos, mi hermana Julia, con los suyos y mi hermano Angelo, soltero y alegre de vacaciones universitarias aún, a veces con su novia unos días, y todos se quedan también todo el mes de agosto.
Giorgio y yo venimos el agosto cuando cerramos el estudio de Arquitectura en Las palmas y no tenemos que impartir clases en la Universidad, yo de Urbanismo y Giorgio de Estructura.
Los días pasan con una tranquilidad y serenidad hermosa y apacible. Al desayuno, en la terraza sobre el mediterráneo azul y liso como la estepa o la Pampa Argentina, con leves ondulaciones sólo cuando la brisa se hace presente en un susurro imperceptible, vamos acudiendo por oleadas, los mayores en la mesa redondo del aperitivo, en el centro de la curva de la terraza, sobre unas empinadas ero no muy altas rocas que caen al mar, que las besas sin apretarlas ni sacudirlas, y los pequeños en una inmensa y alargada mesa en la parte alargada de la terraza, la más cercana a la cocina y la entrada al jardín posterior. Ya con los bañadores puestos, los pareos por las cinturas y preparados con todos los arreos de playa, a la que se baja por unos escalones, no muchos, y que forma una pequeña calita a la que tenemos acceso sólo los de las tres villas, la nuestra es la del centro, y en la derecha y la izquierda viven respectivamente, una hermana de mi madre con marido y sus hijos y el hermano más mayor que fue el que la heredó cuando murieron mis abuelos, pues esta era la casa solariega primitiva de toda mi familia materna.
Aprovechamos el verano aquí, que es tan deliciosa, y vamos a Escocia en Navidad y alguna vez en Semana Santa, (otras veces nos quedas en Roma) con la familia de Giorgio.
Así que la cala se llena de grito, juegos y salpicones en el agua de casi veinte primos hermanos o primos segundos, hijos de mis hermanos y de mis primos, y ya algunos, los peques, hijos de sus hijos.
Giorgio se pasa casi todo el tiempo jugando con ellos. Disfruta como un enano y es el alma de juegos y diversiones, baños y chapuzones sobre todos de los medianos, entre ocho y doce años, que lo quieren con locura y siempre están detrás de él para que les invente juegos y travesuras. Yo me quedo, como lagarto al sol, tendida en mi hamaca, poniéndome morena, con mi bikini, para mi madre un poco atrevido, pues Giorgio adora mi piel tostada y bronceada por el sol. Hay un solario arriba en una terraza junto a los tejados, protegida de toda vista exterior pero con vista al mar y al horizonte, donde soy aún algo más atrevida. Solo vamos mi hermana, mis cuñadas y yo, y donde no puede llegar los críos pues tiene llave la cancela de hierro. Alguna sobrina mayorcita ya intenta meter su cabecita y su cuerpo al bronceador reservado y para decir verdad las más atrevidas somos yo y mi hermana pues mis cuñadas son más bien reservadas y pacatas. En la playa charlo y discuto con mis hermanos y mis cuñados y cuñadas, hablamos de “trapos”, pues la fábrica familiar es de ropa cara de donna, y de ella vive toda la familia, mi cuñada Estefanía y mi hermana Julia son las diseñadoras, de mucho éxito, sus desfiles en la Pasarela de Milán son de fama, y con mis hermanos y cuñado de política, los romanos tenemos que criticar siempre al Gobierno de turno aunque sea de nuestro partido y ponerlos de “chupa de dómine”, hasta que llega la hora de meterse en el agua, nadar un rato casi como en una piscina, darse una ducha en la misma playa debajo de las rocas y subir a tomar el aperitivo que Rosana nos ha preparado ya en la terraza bajo las sombrillas, para lego vestirnos y esta vez sí en la mesa grande todos comer.
Las tardes las pasan normalmente saliendo a pescar a pasear en “la barca” como así llaman los pobrecitos de mi familia a un fuera borda fenomenal. Algunas veces vamos también las féminas, menos mi made que ya no tiene ánimo para ello y se ocupa de que el servicio tenga todo a punto y de preparar los menús para las comidas y cenas, algunas con amigos de la familia, de mis padres y hermanos, socios en negocios, clientes, etc. que a veces se prolongan en interminables pero maravillosas tertulias en la terraza con una deliciosa música de fondo envolviendo todo el Mediterráneo.
Os cuento todo esto ara que veáis l contraste de la vida, de mi vida. Cuando veo a Giorgio jugar con mis sobrinos y disfrutar de los niños hasta el punto que nos abandona a los mayores, y veo a mis hermanos y primos, de las otras dos villas, con sus hijos y algunos con sus dos primeras nietas, y pienso en vosotras, mi Isabel, m María, mi Magdalena y mi Ana, todas con sus hijos ya, no soy tan buena como Mónica que bendice a Dios por ello y se alegra de vuestra paternidad y de vuestra alegría y felicidad, sino que os envidio con una envidia tan grande que creo que es malsana y perversa.
¡Quiero ser madre! Siento en mis entrañas femeninas las ansias de la maternidad y en mi cuerpo el deseo profundo de darle y compartir un hijo o varios hijos con Giorgio que se aunque no diga nada, que lo desea con toda el alma.
Siento que todo este boato y todas estas comodidades no valen nada ni pueden compensar la carencia de sentir en mis brazos el latido de un corazón que sea parte de tu propio corazón. ¡Quiero ser madre! ¡Quiero tener un hijo! ¡Quiero y deseo ardientemente darle un hijo mío a Giorgio!
No os quiero ocultar, pus sois mis amigos íntimos, que hemos ido a médicos y ginecólogos. Giordio, me da un poco e corte decirlo así, es talmente potente y capaz. Soy yo la que debo ser estéril como Isabel, la prima de María. Los médicos no me encuentran la causa muy claramente pero opinión es que es irreversible.
Aún no lo hemos hablado Giorgio y o pero a lo mejor la única solución es la adopción. A mi me gustaría una chinita o una africanita. No me importa que sea negrita o amarillita. Tampoco me disgustaría una suramericanita, colombiana, peruana, uruguaya o dominicana.
Pedidle a Señor que me de paciencia conmigo misma, esperanza en la maternidad posible, ilusión en la adopción abierta y de corazón, y amor, mucho amor a todos los niños que aunque no sean de mi vientre, son y necesitan personas que los quieran, los amen, los cuiden y los eduquen y hagan hijos de Dios.
Mil besos a todos, abrazos muy fuertes a mis queridas amigas y hasta muy pronto, pronto,
Chiara.

Giorgio os envía un abrazo muy fuerte a todos.
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