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LOS CELOS, FALTA DE RESPETO Y CONFIANZA EN EL OTRO.
Los celos.
Mi querido Diario: ayer hablamos de los celos. De los celos de las mujeres celosas. De los celos de los hombres celosos. Y te lo voy a resumir así:
Los celos en la mujer suelen ser más discretos que en el hombre. Sufren en silencio aunque luego cuando saltan, su ataque de celos es más fuerte y virulento. Si él muestra demasiadas atenciones, al charlar con agrado, al escuchar con atención y embelesamiento, embobados los dos el uno en el otro, atenciones de servicios, yo te lo acerco, quieres beber algo más, te traigo un refresco, o en la plata, te acerco la toalla, ponte debajo de la sombrilla, te apetece un paseo, o nos damos un chapuzón, con alguna amiga, se recome por dentro y piensa que ya se está pasado el ligón.
Aunque me cueste, querido Diario, te lo he de decir: un celillo discreto, tolerable y tolerante, es casi parte natural del amor y un ingrediente casi necesario para que sea amor pleno. Se dan en muchas parejas, no son necesarios, pero superados con humor, reírse de uno mismo por tenerlos, y con confianza, estoy totalmente seguro de mi pareja, pues se que me ama por encima de todo y todos, no hacen daño ni rompen la unidad y al confianza. Pero la razón, pensar razonablemente, y la fe en el otro deben siempre superar y matar los celos.
Y si mi novio es muy celoso ¿qué hago?
Si le amas de verdad, habla con él del tema. Y no le des motivos, pequeñas pistas, para que nazcan los celos.
En los hombres los celos suelen nacer por la coquetería natural de la mujer, por su forma de vestir, por lo atrevido de sus trajes o bañadores, por su “poderío corporal natural,”su físico.
Si a esto añadimos el instinto natural de querer gustar o el cierto deseo de conquista aunque se rechace la conquista, los celos están servidos.
Quitar esos motivos por amor al otro, para que no sufra es suprimir los celos.
Y esos pequeños motivos generalmente son pelillos a la mar, no valen el mantenerlos lo que la paz y concordia de la pareja.
Puedes llevar un bañador casi mojil pero que se vean un poco o se adivinen tus bondades y que alguien te mire con agrado, más si es con deseo, para que tu pareja se ponga hecho un “bruto”. Porque curiosamente el hombre reacciona haciéndose el bruto, poniéndose bruto. Bruto por callado, seco, de mal humor, bruto porque cree tener toda la razón y ataca, para defender a su presa.
Los celos son una enfermedad sicológica que parten de una posesión desmedida de la otra persona.
El que la otra persona se nos de o entregue no quiere decir que “sea nuestra”. Pero los celos parten de una posesión en nuestra mente y deseo, sin contar con que la otra persona se de o no se de.
Nos apoderamos de ella y por temor a perderla la guardamos, la escondemos, la ocultamos. La tapamos, la queremos escamotear a toda mirada. Fíjate querido Diario, nos decía Carlos, que ya hay celos aunque “nadie” haya aparecido para ponerte “celoso”. Si aparece entonces los celos se convierten en inquietud, desasosiego, intranquilidad y reclusión del ser amado bajo siete llaves. Los celos pueden nacer por cierta coquetería natural de la mujer o afán conquistador del hombre mirón, empalagosillo o algo ligón.
Pero en verdad los celos no tienen fundamento pues nacen sin engaño del otro, ni por el pensamiento.
Cuando hay fundamento, entonces decía un amigo mío, no son celos, eso, amigo, son “cuernos”.
Pero los celos sin fundamento, los que son solo celos, hay que combatirlos y vencerlos para no hacer la vida de la persona amada un infierno de intranquilidades, temor a que te nazcan los celos, de sobresaltos, si esto le disgustará y se pondrá celoso, de falta de libertad, no hago esto porque seguro que se me revuelve, o de aguantar reproches injustos, desproporcionados y totalmente fuera de lugar, hiriéndote tu corazón fiel hasta la delicadeza y entregado solo a su amor hasta la última fibra de tu ser.
Tiene difícil remedio y en el fondo son una falta de confianza en la otra persona. Por ello si durante el noviazgo nacen desaforados, ilegítimos, repentinos y sin motivo ni lugar, espontáneos con una espontaneidad agresiva, no debes casarte hasta que este problema no esté plenamente y totalmente resuelto, ni casarte nunca si no se resuelven, pues no se puede vivir, ni por amor, en una lucha continua. Es más es por amor, por amor a la pareja por la que la debes dejar para que busque en otras aguas una tranquilidad y calma que en las tuyas son tempestad. Aunque duela. El amor a veces si es más fuerte que la muerte, está en la renuncia a la persona amada para que pueda ser feliz en otro lugar, si en el tuyo no puede haber calma.
Duro pero verdad. ¡Qué espantoso debe ser vivir al lado de una persona enfermizamente celosa! Menos mal que José Carlos es una dicha de calma y confianza, me deja en plena libertad, sin intromisiones, ni por asomo me intenta controlar ni saber todo lo que hago y pienso, y que yo confío en mi José Carlos, más que en mi misma pues creo que es el corazón más grande y fiel que Dios creó jamás.
Preguntas para dialogar:
Reunión de Grupo:
Conclusión:
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domingo, 2 de diciembre de 2007
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